A veces en medio del más grande sufrimiento las personas encuentran el camino hacia la luz. Puede haber maldades tan profundas que no se ve final en ellas, y otras veces la bondad es tan grande que se entrega todo sin que el sufrimiento que conlleva; lleve implícito algo más que una renuncia verdadera, por amor a los demás.
Así es el amor de Dios por nosotros, sin inhibiciones de lo más profundo a lo más alto. Grandioso porque no tiene medidas. No tiene límites. Somos hechos con una porción de su espíritu.
Por eso cuando amamos lo entregamos todo, y cuando aflora lo más puro de nosotros en medio del peligro, o de la duda; nos sacrificamos por amor por las personas que amamos, y muchas veces por personas desconocidas, como hizo nuestro Señor en la cruz.
Ese es la esencia de Dios amar más allá de toda medida. Darlo todo sin esperar a cambio otra cosa que ese mismo amor puro y sin barreras.